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UNA CRÓNICA MARCIANA PARA CÓRDOVA VIANELLO

Carlos Morales Sánchez*

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+ La discriminación es un grave problema al que debemos desacostumbrarnos.

La Ley, en una larguísima definición la considera toda distinción, exclusión, restricción o preferencia que, por acción u omisión, con intención o sin ella, no sea objetiva, racional ni proporcional y tenga por objeto o resultado obstaculizar, restringir, impedir, menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio de los derechos humanos y libertades, cuando se base en uno o más de los siguientes motivos: el origen étnico o nacional, el color de piel, la cultura, el sexo, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, económica, de salud o jurídica, la religión, la apariencia física, las características genéticas, la situación migratoria, el embarazo, la lengua, las opiniones, las preferencias sexuales, la identidad o filiación política, el estado civil, la situación familiar, las responsabilidades familiares, el idioma, los antecedentes penales o cualquier otro motivo.

Los tratos discriminatorios han existido siempre pero no por ello deben ser vistos con naturalidad. En la historia de la humanidad se ha discriminado al no ciudadano, al esclavo, al cristiano, al indígena, al afro, etcétera. En América, después de la Expoliación mal llamada “Conquista” el peninsular discriminó al indígena, al criollo y al mestizo. Durante mucho tiempo se debatió si las personas indígenas tenían alma, hoy se debate si tienen derecho a tener representación en el Congreso.

El peninsular discriminó a la persona indígena al nominarlo “indio” (que inicialmente tenía el significado neutro como gentilicio de los habitantes de Las Indias) y en una construcción que permanece en la actualidad, pasó a significar peyorativamente bruto, tonto, pobre. En otros casos, el conquistador impuso como nominativo una palabra denostadora específica: “tarasco” como mordida de perro, y “chamula” como interjección hacía la bestia de carga.

A las personas indígenas no les agrada ser llamadas “indígenas”, prefieren llamarse con su propio nombre, con el que se alude a la esencia verdadera, porque son gente verdadera, que habla la palabra verdadera, habitantes del país de las nubes u personas que dispersó la danza.

Continuaron siendo discriminadas a lo largo del devenir histórico. Ni los caudillos independentistas ni los revolucionarios de 1910 se preocuparon por las personas indígenas. La Constitución de 1917, tan reconocida por incorporar los derechos sociales como derechos fundamentales no hacían ninguna referencia a las personas indígenas. Tendría que llegar el movimiento zapatista de 1994 para que los indígenas fueran visibilizados mediante el reconocimiento constitucional. El artículo 2º contiene un conjunto de derechos que aún continúan en lo alto del pedestal constitucional, inaccesibles, sin aterrizar.

Con lenguaje ambiguo, la reforma constitucional de 2001, establece que los distritos electorales deberán tomar en consideración, cuando sea factible, la ubicación de los pueblos y comunidades indígenas a fin de propiciar su participación política. Por ahí, se deja entrever que los indígenas tienen derecho a estar representados en los órganos deliberativos.

Que la anécdota no oculte el debate de fondo.

Las personas indígenas tienen el derecho a tener representantes en los congresos. Los ikots, los chontales, los yaquis y los coras, no han tenido nunca un diputado o senador que los represente. El sistema electoral actual es per se excluyente. En el Congreso de Oaxaca, ninguno de los diputados que integran la 62 Legislatura se autoadscribe como indígena (para cerciorarse basta leer la reseña que de cada uno de los diputados aparece en la página oficial del Congreso) Si las personas indígenas constituyen, según el Censo de 2010, el quince por ciento de la población del país, la lógica más elemental indicaría que deberían tener el mismo porcentaje de representación.

Es necesario que, en cumplimiento a lo que establece el artículo 2o. constitucional, existan las circunscripciones electorales indigenas. Esa fue la legítima y respetuosa petición que formuló el jefe de la nación chichimeca a Córdova Vianello, aún presidente del INE. La legítima petición de la persona indígena encontró no sólo la negativa, sino la burla del funcionario quien lo remedó en su manera de expresarse:

–“Quiobo, jefe gran nación chichimeca. Vengo Guanajuato. Yo decir a ti, o diputados para nosotros o yo no permitir tus elecciones”.

@carlomorales

* Publicada originalmente en el perfil de Facebook del autor (Carlitu Dobleclick) y reproducida aquí con su anuencia.

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